14 de octubre de 2015

El desafío de reconstruir el planeta

Tal es el enunciado con el que se titulaba una separata extra de 16 páginas en la edición impresa de El País, publicada el pasado 3 de octubre y que, al parecer, forma parte de una serie denominada “Retos Globales”, serie que ignoro si se publica con regularidad. En cualquier caso, esta entrega venía patrocinada por el Banco Mundial.

La separata (puede consultarse aquí la versión digital) constaba de seis breves ensayos firmados, de cuyos autores no recuerdo haber leído nada anteriormente pero que me pareció trataban asuntos muy interesantes: “Parar la pobreza extrema en 2030”, de Miguel Ángel García Vega; “Cómo dar alas a la productividad”, de Alejandro Rebossio; “Más progreso sin dejar a nadie atrás”, de Gonzalo Fanjul; “El desarrollo humano en cifras”, de Javier A. Fernández (mucho más breve que los demás, en esencia un comentario rápido a algunas estadísticas mundiales); “Pensar la ciudad como un hogar”, de Isabel Valdés (problemas del urbanismo y sus posibles soluciones); y “Un planeta en riesgo de colapso”, de Manuel Planelles (los perjuicios del cambio climático). El resto de los contenidos era información/ propaganda sobre la Reunión Anual que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional celebraban en Perú entre el 5 y el 11 de octubre.

Hasta qué punto el tratamiento y el punto de vista transmitidos en estos análisis periodísticos reflejan la visión del Banco Mundial sobre los graves problemas tratados en este suplemento, es una cuestión que no es necesario discutir en este post. Únicamente trasladaré aquí algunas de las apreciaciones que se realizan en los tres primeros ensayos, ya que son los que más me han llamado la atención y creo que resultan muy relevantes desde una perspectiva socio-demográfica. 


Pobreza extrema y su causa

En el análisis de García Vega se indica que, según Naciones Unidas, hay actualmente 836 millones de personas en el mundo que viven con 1,25 dólares al día (o con menos), el umbral que los organismos internacionales han fijado para determinar quiénes son los pobres de solemnidad. El artículo afirma que la cifra se ha reducido mucho en los últimos años, ya que en 1990 había 1.900 millones de personas en esta categoría. Los planes del Banco Mundial son seguir mejorando, claro está, y lograr prácticamente erradicar la pobreza extrema en 2030. 


El artículo es honesto y cita las opiniones de Jason Hickel, antropólogo de la London School of Economics, quien considera cinco dólares diarios como una cantidad más realista para fijar el límite por debajo del cual se es pobre extremo, algo en lo que casi todo el mundo estará de acuerdo. Pues bien, Hickel calcula en 4.300 millones las personas que se encuentran en tal situación, más de la mitad de la población mundial. Y le resulta fácil explicar el porqué: “Desde 1980, el 95% de todos los ingresos generados por el crecimiento mundial ha ido a parar al 40% de la población, los más ricos, lo que significa que solo el 5% ha llegado a los más pobres [el 60%]”.

Si Hickel está en lo cierto, quizá entonces sea más sencillo comenzar a erradicar la riqueza extrema que la pobreza extrema; buena parte del 60% de los habitantes de la Tierra lo encontraría más lógico.


Formación, crecimiento, demanda e ingresos

Del artículo de Rebossio, “Cómo dar alas a la productividad”, me interesa destacar el análisis que realiza el economista Alex Izurieta, miembro de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Señala Izurieta que la “mayoría de de Gobiernos y organizaciones multilaterales defienden que una apuesta por una mayor formación profesional se traducirá en un aumento del crecimiento económico”. Pero, continúa Izurieta, es al contrario: “Es el crecimiento basado en igualdad de oportunidades y de ingresos el que da lugar a una mayor cualificación profesional y a un crecimiento de la productividad. Se intenta que el individuo tenga más formación porque se piensa que así aumentarán sus posibilidades de conseguir trabajo, pero la formación no crea trabajo. El trabajo se crea por la demanda, que a su vez acelera la productividad y el desarrollo tecnológico”.

¿Es posible que sea más deseable tener ciudadanos con poca formación e ingresos aceptables que tener ciudadanos muy cualificados y con rentas raquíticas? Bien podría ser así.

Pero entonces, ¿cómo se consigue crear más demanda, empleo y crecimiento? Para Izurieta, la clave es tender a la igualdad de ingresos: “El crecimiento de ingresos entre los más ricos de la sociedad no crea tanto consumo porque no gastan más que el 40% de esos ingresos, mientras que el pobre consume el 100%”. Cierta o no, esta afirmación requeriría de mayor precisión, ya que ese gasto del 40% de los ricos quizá sea superior, en términos absolutos, al gasto del 100% de los pobres. En cualquier caso, tender hacia la igualdad de ingresos será siempre beneficioso para el conjunto de la población del planeta, habida cuenta de las cifras del artículo anterior.


Autoempleo; migraciones internacionales

En el artículo de Gonzalo Fanjul, “Más progreso sin dejar a nadie atrás”, se recoge una valoración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), según la cual “uno de cada dos empleos en el planeta encaja en las categorías de “autoempleados o “trabajadores de familia”, lo que se traduce en escasa estabilidad salarial y muy bajos niveles de acceso a la seguridad social. Las cifras a lo largo de la crisis muestran niveles de crecimiento cinco veces más altos en este grupo que en el pasado y el número de trabajadores pobres supera ya los 800 millones de personas”.

Aquí en España, al autoempleo se le llama emprendimiento, y es uno de los conceptos más queridos por nuestras administraciones y organismos, que cantan sus virtudes de manera incansable y se felicitan cada vez que se produce un incremento en el número de emprendedores. La cuestión es saber cuántos de los más de tres millones de trabajadores afiliados al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos en España se acercan a las categorías a las que alude la OIT, con escasa estabilidad salarial y muy bajos niveles de acceso a la seguridad social. Sospechamos que cada vez más.

Sobre las migraciones y los movimientos de población de alcance internacional, el artículo de Fanjul realiza reflexiones sumamente sensatas. Así por ejemplo, señala: “La inmigración trae bajo el brazo capital humano y capacidad de emprendimiento. Ofrece a sus países de origen recursos financieros, conocimiento y valores democráticos. A pesar de la competencia con el empleo local, el beneficio neto es incontestable”. Y a renglón seguido nos recuerda lo que nadie quiere oír: “Pero ninguno de estos elementos es más fuerte que los riesgos que plantea para la homogeneidad cultural, racial y religiosa que desea, sin reconocerlo, una parte considerable de las sociedades de acogida. Encuesta tras encuesta, país por país, los números constatan que quienes querrían incrementar el número de inmigrantes se encuentran en absoluta minoría”.
 
El artículo no pone paños calientes sobre la cuestión de las migraciones, la cual constituye probablemente el asunto más decisivo para el futuro inmediato de la población humana. Fanjul pone fácilmente en evidencia la política internacional sobre los refugiados cuando nos recuerda que: “Al fin y al cabo, el modelo de protección internacional de la Convención de Ginebra (1951) establece la obligación legal de amparar a una mujer nigeriana que huya de la persecución sexual de un grupo armado, mientras bendice el portazo a esa misma mujer cuando lo que busca es evitar la muerte de su hijo antes de cumplir los cinco años (algo que le ocurre a una de cada diez mujeres en estas regiones)”.

El pronóstico de Fanjul con el que cerramos este post es tan crudo como certero: “Sea como sea, el número de los que se desplacen en el futuro dependerá menos de los obstáculos que encuentren que de las razones para moverse. Los miles de muertos en el Mediterráneo dan fe de que el modelo Trump de gestión migratoria puede encarecer el proceso, alargarlo y encanallarlo, pero nunca impedirlo. Sea como inmigrantes o refugiados, legal o ilegalmente, quienes tengan razones y medios para venir, acabarán haciéndolo”.
















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