21 de septiembre de 2015

Emprendedores y pleno empleo en Saint Domingue, siglo XVIII

Mapa de la isla de Santo Domingo en el siglo XVIII; 
tomado de http://dennisrhidalgo.worpress.com.
En 1804, la actual república de Haití fue la segunda nación americana, tras Estados Unidos, en lograr su independencia. El precio fue muy alto: una larga y cruel guerra, decenas de miles de muertos y un país devastado que condujeron a un régimen democrático pero con enormes déficits políticos, sociales y económicos.

Pero por muy mal que le haya ido al pueblo haitiano desde la consecución de la independencia hasta nuestros días (y le ha ido muy mal), la peor época de su historia fue con mucho el período colonial, especialmente el siglo XVIII. Durante este siglo la colonia de Saint Domingue se convirtió en uno de los territorios más ricos del mundo. Era la joya de la corona francesa y la envidia de todas las potencias del antiguo régimen.

La economía se basaba por completo en la producción y exportación de azúcar, algodón, café, índigo y tabaco. Un 40 por ciento del azúcar que se importaba en Francia y Reino Unido procedía de Saint Domingue. La colonia producía también el 60 % del café mundial. Los mercados y la inversión del exterior estaban asegurados. Se calcula que Saint Domingue acaparaba dos tercios de la inversión comercial exterior de Francia, y que no menos de cinco de los 27 millones de súbditos de la corona francesa dependían económicamente, de una u otra forma, de este comercio. El crecimiento económico debió de ser elevadísimo durante el siglo XVIII a juzgar por el dato de que se pasó de menos de 20 plantaciones de azúcar en 1700 a casi 290 en 1789.

Naturalmente, todo este sistema económico se fundamentaba en la esclavitud y en los, entonces legales, tráfico y explotación de los seres humanos. La población blanca de origen francés era la que poseía y administraba todos los medios de producción, con el concurso, claro está, de una abundante y barata mano de obra esclava procedente de África.


El régimen jurídico y productivo esclavista era común a muchos otros territorios coloniales, pero en Saint Domingue tomó proporciones desmesuradas. Sobre una cifra de unos 560.000 habitantes en 1789, las características de la población eran, según McClellan (1992:Table 1), las siguientes:
 
Saint Domingue, 1789
Blancos libres
Mulatos libres
Negros esclavos
Habitantes
32.000
28.000
500.000
Porcentaje
6 %
5 %
89 %
Crecimiento anual
1,35 %
4,5 %
6 %
Hombres
80 %
45 %
60 %
Mujeres
20 %
55 %
40 %
Inmigrantes
75 %
5 %
67 %
Nativos
25 %
95 %
33 %


En otras colonias y territorios esclavistas se reproducía este esquema social y étnico, pero a la inversa, estando los esclavos en absoluta minoría. Así por ejemplo, a finales del siglo XVIII la población de Estados Unidos se componía de un 80 % de blancos libres, un 2 % de población de color libre (mulatos y negros) y un 18 % de población esclava. Sin ir más lejos, en Santo Domingo, la parte de la isla perteneciente a la corona española, con una población mucho menor, los blancos libres eran 40.000, los mulatos y negros libres 80.000 y los esclavos negros 15.000.

Veamos ahora, con algún detalle, la evolución y situación de los colectivos étnicos en Saint Domingue desde el punto de vista socio-demográfico.


Los negros esclavos

Algunos autores creen que en Saint Domingue el número de esclavos negros pudo ser superior al que recoge McClellan, ya que los cómputos se han realizado a partir de las tasas a pagar por esclavo, siendo que los niños y los mayores de 45 años estaban exentos. De ahí que otros cálculos señalen que la población negra esclava de Saint Domingue bien pudo alcanzar las 600.000 o 700.000 personas. Sin embargo, es probable que haya que elegir la opción más conservadora, en torno al medio millón, debido a que debía de haber pocos niños y pocos mayores de 45 años en el seno de la población negra esclava.

Por un lado, la dureza del régimen de esclavitud provocaba que la tasa de mortalidad entre la población negra fuese apabullante, en torno al 80 por mil según Murray (1977:13), por lo que la esperanza de vida era escasa y muy pocos superarían los 45-50 años de edad. Las fuentes contemporáneas (cf. Fouchard 1979:271 ) indican que la vida útil de un esclavo era de 15 años en promedio, y que un tercio de los negros que arribaban a la isla fallecía antes de tres años.


Mulata y negras de Saint Domingue;
tomado de  www.frenchcreoles.com
Por otro lado, nacían muy pocos niños de padre y madre esclavos. La tasa de fecundidad entre las mujeres esclavas era muy baja, debido a las duras condiciones de vida, los abortos provocados y los infanticidios. Por su parte, los propietarios blancos no alentaban estos nacimientos. No les importaba que sus esclavos se reprodujeran (a fin de cuentas ello contribuiría al reemplazo de su mano de obra) pero, dadas las magníficas condiciones del mercado esclavista, era mucho más barato y productivo seguir comprando todos los años jóvenes africanos en edad de trabajar en vez de aguardar 13 o 14 años hasta que los pequeños esclavos nacidos en la plantación comenzaran a ser laboralmente activos.

Así que el crecimiento anual de la población negra esclava, un elevadísimo 6 %, con una mortalidad enorme y una natalidad escasa, sólo se explica por la continua y creciente inmigración forzosa que representaba el dinámico tráfico atlántico de esclavos. Efectivamente, la llegada de esclavos fue incrementándose durante todo el siglo XVIII hasta 1791, año en que estalló la rebelión y comenzó la guerra. Se calcula que durante la década de 1780 llegaron unos 370.000 esclavos a las Indias Occidentales, la inmensa mayoría de los cuales tenía por destino Saint Domingue.


Los mulatos libres

Pero los amos blancos sí que se esforzaban en incrementar la baja fecundidad de sus esclavas negras cuando se acostaban con ellas. La población mulata libre de Saint Domingue se originó en estas uniones, y era un colectivo que crecía vigorosamente al 4,5% anual, un crecimiento exclusivamente vegetativo en el que participaban blancos con negras, blancos con mulatas, mulatos con mulatas y mulatos con negras. Para 1789 el número de mulatos libres se equiparaba casi al de blancos, aunque su estatus social y poder político fuesen muy inferiores. 

 
Tipos humanos de Saint Domingue;
tomado de www.hougansydney.com
Sin embargo, al contrario de lo que sucedió en otros territorios coloniales, no se pusieron excesivos obstáculos a la adquisición y explotación de tierras agrícolas y esclavos por parte de los mulatos libres, de manera que a finales del siglo XVIII los propietarios mulatos poseían casi un tercio del suelo aprovechable de Saint Domingue (Murray 1977:46). Todo ello iba a jugar un papel fundamental en los traumáticos cambios que condujeron a la independencia de Haití.


Los dueños blancos

Al igual que los esclavos, la mayoría de la población blanca (un 75 % en 1789) no había nacido en la isla. Según McClellan (1992:57), Saint Domingue era para muchos franceses una tierra de grandes oportunidades temporales: llegar, hacer una rápida fortuna y regresar a la metrópoli a disfrutarla. El criollaje era, pues, escaso y la inmigración eminentemente masculina, lo que implicaba una gran desproporción en la ratio entre sexos, con manifiesta escasez de mujeres (20 % frente al 80 % de varones); ello a su vez acarreaba –para los hombres- una baja nupcialidad y la búsqueda y establecimiento de relaciones sexuales inter-raciales.

Todo ello se traducía en una estructura de la población por edades muy similar a la de los esclavos: escasos niños, pues nacían pocos y muchos de ellos eran enviados a la metrópoli; y escasos ancianos, fruto de una mortalidad elevada y una esperanza de vida corta, así como del hecho de que muchos inmigrantes regresaran a Francia una vez logrados sus objetivos. De esta manera, la mayoría de los habitantes blancos se encontraba entre los 20 y los 40 años (McClellan: ibid.), y el crecimiento anual de su población era el más bajo de los tres colectivos étnicos, un 1,35 %.


Emprendedores

Desde el punto de vista de los propietarios blancos, el sistema social y económico esclavista funcionaba perfectamente, pero había un problema que atender. Por mala y escasa que fuese la comida, a los trabajadores esclavos había que alimentarlos, y cada vez había más bocas. Las propias leyes coloniales sancionaban esta obligación por parte de los amos, poniendo en la letra lo que era un requisito lógico e inevitable para la supervivencia del sistema esclavista. La ley prescribía la dedicación de una cierta parte de la tierra agrícola disponible en las plantaciones para ser cultivada con fines alimenticios. Naturalmente, eran los esclavos quienes, además de las labores en la plantación dedicada a la producción para la exportación, hacían horas extra para trabajar en común aquellos terrenos reservados a la producción agrícola de consumo.

Pero a los propietarios franceses se les ocurrió una idea mejor (Murray 1977: cap. 2). En vez de cultivar en común los terrenos dedicados al consumo, se procedió a su parcelación, de manera que cada familia o pequeño grupo de esclavos trabajasen su propia porción y obtuviesen su propia cosecha. Incluso se les animó a lograr excedentes y a venderlos en el mercado, en una colonia que no iba precisamente sobrada de producción agrícola de consumo.

Se conseguían así tres cosas: a) los esclavos negros solucionaban su propia subsistencia; b) obtenían un pequeño beneficio con los excedentes y mejoraban sus condiciones de vida; y c) aumentaba su productividad general, al reducirse el absentismo y disminuir las fugas de esclavos desesperados, las cuales eran un fastidio constante para los propietarios y un problema de orden público. De esta manera, se fue formando una clase de pequeños campesinos en el seno de un sistema de producción esclavista; en palabras de Murray, una economía dentro de otra economía.


El final

Para expresarlo con los engañosos términos macroeconómicos actuales, Saint Domingue era una próspera economía enteramente orientada a la exportación, que registraba un fuerte crecimiento del PIB, tenía pleno empleo y admitía una continua inmigración. Por si fuera poco, contaba con una incipiente clase de pequeños emprendedores agrícolas y una envidiable tasa de dependencia, con un número escaso de niños y ancianos en edad no laboral.

Pero había otras realidades, claro está, y todo el sistema se fue al traste en 1791, debido a los trascendentales cambios políticos en la metrópoli, la ambición de la emergente clase propietaria de los mulatos y la saturación del sufrimiento de la ingente población esclava.

Con la revolución y la guerra, se abolió la esclavitud, la agricultura de exportación se hundió y los blancos fueron exterminados o expulsados. Tras 1804, la nueva clase dirigente haitiana, formada en su inmensa mayoría por mulatos y algunos negros, no tuvo forma de conseguir que los antiguos esclavos negros, compuesta ahora de pequeños propietarios agrícolas, volvieran a trabajar en la agricultura de exportación. 

La temprana osadía de los negros esclavos de vivir en libertad y de los mulatos en constituirse en una república independiente aterró y encolerizó a las potencias coloniales; durante todo el siglo XIX, el nuevo país fue sistemáticamente boicoteado, exigiéndosele cuantiosas indemnizaciones por daños de guerra (por parte de la antigua metrópoli, con más de un siglo de explotación en su haber) y negándosele legitimidad e inversiones. Las cosas no fueron mucho mejor durante el siglo XX y, en nuestros días, Haití sigue siendo uno de los países más pobres de su entorno, con una mortalidad infantil del 59 por mil y una esperanza de vida de 62 años, en el seno de una población casi enteramente rural, sin industria ni recursos aprovechables.  
 
Gentes haitianas;
tomado de http://cityofhopeconstruction.com
 
Tras doscientos años como nación independiente, la imagen que suele transmitirse de Haití es la de un estado y sociedad fallidos, con una población de negros haraganes, ignorantes y supersticiosos, gobernados por una clase corrupta y violenta en medio de la desigualdad y la miseria. Pero quienes realizan este diagnóstico insidioso prefieren olvidar que lo verdaderamente fallido es un sistema y una sociedad esclavista como los que se dieron en la Saint Domingue del siglo XVIII.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

FOUCHARD, J. 1979: The slave trade and the peopling of Santo Domingo. En The African slave trade from the fifteenth to the nineteenth century, The general history of Africa, Studies and documents 2. Unesco. París.

McCLELLAN, J.E. 1992: Colonialism and Science: Saint Domingue in the Old Regime. Johns Hopkins University Press. Baltimore and London.

MURRAY, G.F. 1977: The evolution of Haitian peasant land tenure: a case study in agrarian adaptation to population growth. Tesis doctoral. Columbia University. Ann Arbor, Michigan.

 

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