4 de mayo de 2015

Más vivos que muertos

Entierro múltiple prehispánico en Perú.
Fuente: Pontificia Universidad Católica del Perú
En Arqueología, la aparición de restos humanos en sepulcros, enterramientos o necrópolis constituye la prueba incontestable de que una determinada región estuvo poblada durante un cierto tiempo. La antropología biológica, una disciplina tan trabajosa como fascinante, nos permite entrever los rasgos demográficos básicos de cualquier población arqueológica, siempre que se cuente con un número suficientemente amplio y representativo de restos óseos y con un grado de conservación aceptable.

En la mayor parte de las ocasiones es posible inferir la composición por edades y sexos de las colecciones recuperadas, si bien estas inferencias son siempre interpretaciones, con un grado más o menos amplio de incertidumbre en los valores propuestos. Estos valores se procesan por medio de las llamadas tablas de vida, a través de las cuales se pueden realizar hipótesis sobre la estructura y dinámica de la población estudiada.
Se pueden también aplicar otros métodos, como el de los estimadores paleodemográficos, y con todas estas técnicas se llegan a sugerir índices como el de la esperanza de vida al nacimiento, la mortalidad infantil, las tasas de natalidad y mortalidad, o incluso el número medio de hijos por mujer. Naturalmente, este segundo grupo de resultados es aún más incierto que el de la composición por edad y sexo del conjunto de esqueletos analizados.

Pero mucho más incierto es todavía intentar calcular el tamaño de la población viva que dio lugar a la población fallecida y recuperada arqueológicamente. Cabe pensar que, en general, cuanto mayor sea el número de individuos encontrados en un cementerio, mayor hubo de ser la población del asentamiento en el que vivieron; pero también cabe pensar que quizá la población no fue tan numerosa, sino que la necrópolis se usó durante mucho tiempo.

Aun cuando arqueólogos y paleoantropólogos hayan excavado y estudiado la totalidad de los individuos de una necrópolis, y hayan podido determinar razonablemente la cronología del yacimiento, existen diversos factores medioambientales y culturales que distorsionan la relación entre la población viva original y la documentada finalmente en una necrópolis. Estas distorsiones operan siempre en la misma dirección: el número de los difuntos termina siendo menor que el número de personas vivas que conformó la comunidad que dio origen a la necrópolis.

Diversos autores han sistematizado la secuencia teórica de las sucesivas disminuciones que sufren los efectivos de una población viva hasta transformarse en la colección osteológica recuperada. Con base en estos trabajos podemos proponer aquí un esquema muy simplificado:

 
 

Población viva original > población enterrada > población localizada > población conservada > población recuperada y contabilizada

La población viva de la comunidad a la que pertenece la necrópolis siempre va a ser algo mayor que la población enterrada en ella. Así, algunos miembros de la comunidad se marcharán a otros lugares y morirán allí; otros pueden fallecer en despoblado, lejos del asentamiento; niños y clases dirigentes pueden ser enterrados en lugares aparte (una práctica frecuente en muchísimas sociedades); ciertas personas pueden no ser inhumadas, sino expuestas o incineradas, no integrándose sus restos en la necrópolis común; si la necrópolis, en fin, se queda pequeña, puede haber sacas de restos para acomodar a los nuevos difuntos, etc.

La población localizada puede ser menor que la población enterrada; esto ocurre cuando existieron más de una necrópolis o lugar de enterramiento, y sólo se ha encontrado una.

La población conservada puede ser inferior a la localizada, ya que los procesos tafonómicos pueden afectar a un sector de las inhumaciones y hacerlas desaparecer: filtraciones de agua, la humedad diferencial, la acidez de ciertos suelos, la acción biótica de plantas, animales y microorganismos, o la misma erosión ambiental. Cabe también incluir aquí las destrucciones y modificaciones humanas: construcción de asentamientos posteriores sobre parte de la necrópolis, afección de ciertas tumbas por la actividad agrícola, etc.

Finalmente, la población recuperada y contabilizada será menor si no se ha logrado excavar toda la necrópolis.

Como se ve, es muy difícil, en la mayoría de los casos, calibrar y cuantificar la incidencia de todos estos factores a la hora de intentar estimar el tamaño de la población viva a partir de la población difunta. Con todo, se ha propuesto una fórmula (Acsádi y Nemeskéri 1970:65-66) que trata de relacionar ambas magnitudes:
                                                        
P = D · e0 / t    + K
 
donde el tamaño medio de la población (P) de la comunidad que dio origen a la necrópolis es igual al número de difuntos documentados (D) multiplicado por la esperanza media de vida al nacimiento (e0) que se extrae de los cálculos paleodemográficos de los esqueletos estudiados, todo ello dividido por el número de años (t) que la necrópolis estuvo en uso. Se añade por fin, a discreción -intuitiva- del investigador, una constante K, que suele ser un 10-20 % de la fracción, para compensar por los individuos no documentados o perdidos.

Ahora bien, la fórmula sólo debe aplicarse si se cumplen una serie de requisitos, los cuales fueron establecidos por Wells (1981:97-98, citado en López Cachero 2005:510) y son los siguientes: 1) que la necrópolis haya sido usada por una sola comunidad y que ésta no haya utilizado otras necrópolis al mismo tiempo; 2) que todos los individuos de la comunidad hayan sido enterrados en la necrópolis; 3) que se disponga de todas las tumbas; 4) que se conozca la duración de la necrópolis; 5) que el crecimiento poblacional se haya mantenido estable a lo largo del tiempo; y 6) que sepamos la esperanza de vida media.

La observancia estricta de estos criterios impediría el uso de la fórmula en la mayoría de las investigaciones arqueológicas, ya que son muy pocos los yacimientos estudiados en los que se puede ofrecer absoluta certeza sobre el cumplimiento de los requisitos 1, 2 y 3. Sin embargo, un tratamiento algo más laxo, aunque siempre cuidadoso, de todo este asunto permite recurrir a la fórmula, especialmente para comparar su resultado con el de otros métodos de reconstrucción del tamaño de la población que se estudia.

En España, la fórmula se ha ensayado con yacimientos pertenecientes a culturas de la Edad del Bronce y del Hierro (cf., por ejemplo, López Cachero 2005:cap. VIII; Álvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero 2001; Álvarez-Sanchís 2010). Pero los resultados obtenidos, aunque coherentes con otros indicios arqueológicos, no nos permiten calibrar en grado suficiente la bondad de la herramienta.

Dado que la receta puede ser muy valiosa para realizar cálculos aproximados -y complementarios- en demografía arqueológica, nos gustaría poder llevar a cabo una aplicación de la fórmula de Acsádi y Nemeskéri en la que los resultados obtenidos mediante los datos de excavación pudieran ser contrastados con información de otra índole, independiente de la evidencia arqueológica.

A modo de ejemplo, hemos realizado un sencillo ensayo de su aplicación en un caso en el que contamos con datos arqueológicos e históricos bastante relevantes. Nos hemos centrado en la necrópolis musulmana (maqbara) de San Nicolás, que fue utilizada por la aljama mudéjar de la ciudad de Ávila durante la Baja Edad Media.
 
Excavación de la maqbara de San Nicolás, Ávila; vista parcial.
Fuente: Universidad Nacional de Educación a Distancia
El caso reúne, en principio, buenas condiciones para su análisis. Se trata de una necrópolis conocida y excavada en buena parte, y que probablemente cumple con todas las exigencias de Wells, con la excepción parcial del primer requisito. El cementerio corresponde a una población muy bien definida (comunidad musulmana residente en la Ávila cristiana), y las creencias religiosas prescriben que todos los individuos de la comunidad sean allí inhumados, sin inclusiones de individuos no musulmanes. La amplitud de la excavación hace probable que el número de tumbas conocidas esté muy próximo al de la totalidad real.

La excavación de la maqbara de San Nicolás ha proporcionado 5.530 enterramientos (Iglesias Bexiga 2010:8, si bien Jiménez Gadea et al., 2011:19 hablan más imprecisamente de “más de 3.000 sepulturas”). Se ha estimado su período de utilización desde aproximadamente 1250 hasta 1502 (Moreda Blanco y Serrano Noriega, 2008:209), año del decreto de conversión forzosa de los mudéjares castellanos, lo que aparejó teóricamente el final del uso de lugares de enterramiento separados del resto de los habitantes. La esperanza de vida al nacimiento (e0) ha sido calculada, por medio de las tablas de vida, en 25,61 años, tomando como base únicamente una muestra aprovechable de 61 individuos (Iglesias Bexiga 2010:28-31). La técnica de los estimadores paleodemográficos proporciona, con la misma muestra de individuos, una e0 de 30,67 años (ibid.); aquí utilizaremos la media aritmética de ambos valores = 28,14 años.

Trasladando estos datos a la fórmula de Acsádi y Nemeskéri (incluyendo una constante de compensación K = 10 %) obtenemos que, entre 1250 y 1500, la población media de la aljama abulense habría sido de 685 individuos.

Si finalmente se confirma que los datos de excavación son los correctos (5.530 enterramientos a lo largo de unos 250 años), este resultado de 685 individuos se aproxima bastante a las inferencias derivadas de la investigación histórica. Efectivamente, las fuentes escritas permiten suponer que a principios del siglo XIV, la población musulmana de Ávila era de unas 1.000 personas (Moreda Blanco y Serrano Noriega, 2008:189), mientras que en 1502, año de la conversión forzosa de los mudéjares, se bautizaron en la ciudad en torno a 700 personas (Jiménez Gadea et al., 2011:22). La media aritmética de ambos valores nos proporciona, bien que muy aproximadamente, la población media de la aljama de Ávila, esto es, 850 individuos.

Aun nos faltarían 165 personas para igualar a la población viva original con la calculada a partir de la población recuperada. Pero hay que tener en cuenta que se cree que en Ávila hubo dos, o incluso tres, necrópolis musulmanas más, las cuales habrían dejado de usarse a comienzos del siglo XV, quedando a partir de entonces la maqbara de San Nicolás como cementerio único hasta 1502 (Moreda Blanco y Serrano Noriega, 2008:209). Es pues, posible, que se tratara de cementerios menos utilizados en tiempo y espacio que el de San Nicolás, pero, en cualquier caso, sus efectivos habrían podido mejorar nuestra estimación de la población viva.

Aunque se trata de un solo caso, este tipo de comprobaciones, por toscas y aproximadas que resulten, nos anima a no rechazar por completo la fórmula de Acsádi y Nemeskéri, sobre todo como aporte complementario a otros métodos de estimación del tamaño de la población, y siempre que se den unas condiciones mínimas para su aplicación.


BIBILIOGRAFÍA CITADA

ACSÁDI, G. y NEMESKÉRI, J. (1970): History of human span life and mortality, Akademiai Kiado. Budapest.

ALVÁREZ-SANCHÍS, J. (2010): La paleodemografía de los vettones. Revista de Demografía Histórica XXVIII (I):71-90.

ÁLVAREZ-SANCHÍS, J.R. y RUIZ ZAPATERO, G. (2001): Cementerios y asentamientos: bases para una demografía arqueológica de la Meseta en la Edad del Hierro. En L. Berrocal-Rangel y Ph. Gardes (eds.), Entre Celtas e Iberos. Las poblaciones protohistóricas de las Galias e Hispania, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 8, pgs. 61–75. Madrid.
IGLESIAS BEXIGA, J. (2010): Primera aproximación a las características demográficas del cementerio hispanomusulmán de San Nicolás. Ávila (s. XII-XVI). Memoria de fin de máster no publicada. Máster interuniversitario de Antropología Física: Evolución y Biodiversidad humanas. UAM-UCM-UAH.

JIMÉNEZ GADEA, J., ECHEVARRÍA ARSUAGA, A., DE TAPIA SÁNCHEZ, S. y O. VILLANUEVA ZUBIZARRETA (2011): La memoria de Alá. Mudéjares y moriscos de Ávila, Catálogo de la exposición celebrada en el Museo de Ávila. Castilla Ediciones. Valladolid.

LÓPEZ CACHERO, F.J. (2005): La necrópolis de Can Piteu-Can Roqueta (Sabadell) en el contexto del Bronce Final y la Primera Edad de Hierro en el Vallès: estudio de los materiales cerámicos. Tesis doctoral. Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia. Universitat de Barcelona. Barcelona.

MOREDA BLANCO, J. y SERRANO NORIEGA, R. (2008): Excavación arqueológica en el cementerio de rito islámico de San Nicolás. Ávila (mayo-junio de 2002), Oppidum nº 4:185-212.

WELLS, P.S. (1981): The emergence of an Iron Age economy: the Mecklenburg grave groups from Hallstatt and Sticna, Harvard University Press. Cambridge, Mass.

 

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